La energía del futuro frente al cambio climático.

Vamos a cerrar esta serie sobre el cambio climático con unas reflexiones. Los datos sirven para obtener una visión, un modelo, a partir del cual actuar. Vamos, como siempre, a la visión.

Las enormes cantidades de energía que consumimos de forma controlada son las que permiten el nivel de civilización actual y los países desarrollados no queremos renunciar a ello ni los países en desarrollo deben sacrificarse por los excesos de los primeros.

Esta energía se obtiene mediante procedimientos altamente contaminantes que liberan al medio residuos como el monóxido de carbono, el dióxido de azufre, los óxidos de nitrógeno, el dióxido de carbono, partículas sólidas, metano, productos radiactivos, etc.

Estos residuos tienen como consecuencia el calentamiento global, la lluvia ácida, enfermedades pulmonares, cánceres, etc.

Esta energía se obtiene quemando combustibles que se agotan y no se pueden reponer, así que son insostenibles por mucho más tiempo.



Reconocemos pues que tenemos un problema del que nosotros mismos somos la causa y por lo tanto podemos abordar y seguramente resolver.

La solución hay que hallarla en combustibles o fuentes de energía no contaminantes y además sostenibles porque se renuevan o no se agotan.

Para ello lo primero es potenciar el autoconsumo y la eficiencia. Usar la energía solar y eólica directamente para calentar agua, de calefacción, usar electrodomésticos de bajo consumo, y disponer de depósitos que puedan acumularla y liberarla según se pueda y convenga.

A continuación, hay que separar y distinguir tres puntos: la producción de energía, el transporte y el consumo.

Para usar energía limpia necesitamos alguna forma de empaquetar y/o transportar la energía. Un combustible que se cargue y se descargue cuando y donde interese de forma reversible y limpia.

No se trata de trasladar la contaminación desde las ciudades consumidoras a las centrales eléctricas productoras, sino que además se trata de que las centrales sean sostenibles y limpias.

La electricidad parece ser el mejor combustible continuo y el hidrógeno el mejor empaquetado. Vamos a ver el por qué.

La electricidad es un combustible continuo, quiero decir que está disponible como un grifo de agua. Se basa en corriente alterna, es decir, en lugar de transportar electrones desde las centrales a los aparatos consumidores y devolverlos a las centrales, lo que se hace es usar alternadores que empujan y atraen los electrones 50 o 60 veces por segundo. El resultado es que esta vibración también transporta la energía de la central al consumidor, siempre mediante una conexión.



El hidrógeno debe obtenerse en las centrales rompiendo el agua H2O lo que libera oxígeno. Esta reacción necesita energía. Luego se empaqueta, transporta y finalmente este hidrógeno se consume liberando de nuevo agua de forma limpia.

No es ningún invento ‘raro’. Los vegetales hacen algo similar en la fotosíntesis. De forma resumida, utilizan la luz del sol para enganchar el hidrógeno del agua (H2O) al carbono del dióxido de carbono (CO2), para formar moléculas de materia orgánica y liberar parte del oxígeno a la atmósfera. Esta materia orgánica que es combustible actual (madera) o fósil (carbón y petróleo).

Ahora vamos a tomar como referencia del negocio de la energía el negocio de las telecomunicaciones. Las telecos como un negocio más maduro que nos puede ayudar a comprender el futuro del negocio de la energía.

Las telecos, compañías de telecomunicaciones, han incrementado capacidad, servicios y han reducido precios de forma sostenida durante años. Gracias a la tecnología actual, el coste de las telecomunicaciones es casi una tarifa plana que contempla el coste de la infraestructura en funcionamiento independientemente de si se usa o no. La parte fija del coste es mucho más importante que la parte variable.

Con las telecos pasa como con el cerebro, que consume aproximadamente lo mismo haga lo que haga, esté despierto o durmiendo, pensando una genialidad, hablando o leyendo.

El coste de las telecomunicaciones es el mismo aunque las use un usuario o cien mil. Por consiguiente las tarifas de venta pueden ser arbitrarias y creativas, mientras se cumpla que la suma de los conceptos que se facturan esté por encima del coste de mantenimiento y la amortización. La base es el coste de estar conectado y escalar el consumo en niveles.

El objetivo ideal de las compañías eléctricas debe ser el mismo: el coste de la energía debe ser el coste de mantenimiento y amortización de las inversiones, pero la energía debe ser casi gratis cuando el combustible sea sostenible, renovable y limpio.

Este objetivo se consigue con la autogeneración, energía solar, eólica, biocombustible, mareas, geotérmica, hidráulica, y la fusión nuclear si somos capaces de desarrollarla.

Cuando se evite: la energía nuclear, el fuel, el gas y el carbón.

Si la evolución de los precios y capacidades de la energía no sigue el mismo camino que los precios y capacidades de las telecomunicaciones es que algo se está haciendo mal.

Nota:

Una lástima es que el reactor de fusión está muy inmaduro, si es que se consigue desarrollar. 

El reactor nuclear de fisión, se basa en una reacción en cadena que se administra mediante obstáculos que permiten o impiden la reacción. Si se pierde el control, la reacción en cadena se autoacelera lo que puede crear un desastre grave. Todo ello aparte del coste ecológico de producir el combustible y gestionar los residuos.


El reactor de fusión transforma hidrógeno en helio, como el Sol, lo cual es limpio porque el helio es un gas inerte que se perdería en el espacio. Si se rompe el reactor entonces la reacción se detiene. 

Pero tiene el pequeño problema de que no hay manera de confinar la reacción. Una bomba atómica de fusión es fácil, pero confinarla en un recinto durante un tiempo es prácticamente imposible. Porque funde lo que toca y se para. La idea es confinar la reacción mediante campos magnéticos extraordinariamente potentes, y esperar que la energía útil producida sea mayor que la consumida por el propio reactor.

En fin, se prevee para finales del siglo XXI si no se encuentra un truco.

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